Juan Serna Martín –

Había un editor (con más vocación de funcionario que de editor) que decía que nuestra publicación no pasaría del número dos. En estos momentos me encuentro leyendo los originales que van llegando para el número 7, lo que demuestra que esta empieza a ser ya una colección respetable. Lo mismo que a ese editor, les debe de pasar también a algunos comentaristas, periodistas, académicos y a algún que otro medio de comunicación; deben de pensar: ¡Vaya usted a saber por qué razones, aunque no sean difíciles de imaginar, hay que gastar pólvora en una revista que pasa de academia, de subvenciones, de circuitos convencionales de lectura y edición (a excepción de las bibliotecas y salas de lecturas), y hasta de ferias y firma de ejemplares, como los más reputados “superventas”!
El caso es que puedo asegurarles que un esfuerzo colectivo como el del Cuaderno Extremeño (en el que más de treinta autores y de una veintena de empresas y emprendedores colaboran a la hora de hacer análisis y propuestas para Extremadura cada cuatro meses) exige un gran esfuerzo por parte de todos ellos. Si a ello les unen el trabajo artesano con que se realizan las colaboraciones, las correcciones, la maquetación, la edición y la venta a contrapelo de los circuitos comerciales, les puedo asegurar que es tan difícil como divertido y estimulante para todo el colectivo.
Pero lo más interesante de todo, aunque la pandemia lo haya impedido durante estos últimos meses, es la presentación de cada número por pueblos y ciudades en el interior y exterior de Extremadura. Las controversias espontáneas, y a veces polémicas, que se producen entre los autores y el público son en muchas ocasiones lo mejor de esta aventura. No en vano, nuestra revista se llama Cuaderno extremeño para el debate y la acción. Y si a ello le suman la pequeña fiesta de vino y viandas que organizamos en todos los actos que podemos, entenderán que, para nosotros, el objetivo de la buena información, de los análisis y las propuestas vaya siempre unido, en el fin de fiesta final, a la tertulia amiga y a la diversión de modo que nuestra revista sea más útil y placentera para todos.
Termino diciendo a los agoreros que tan corta vida nos daban, aquello que decía Lope de Vega: “Un soneto me manda hacer Violante / que en mi vida me he visto en tanto aprieto; / catorce versos dicen que es soneto / (…) contad si son catorce, y está hecho”. Esperemos poder decirles pronto a los expertos literarios que son catorce los Cuadernos Extremeños, ¡y están hechos!

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