LOS PERROS Y LA SEQUÍA

Juan Serna Martín

Estos dos temas estuvieron a punto de impedir que pudiera comer en una de esas reuniones que se organizan durante estos días entre amigos diversos (en algunas ocasiones, demasiado diversos). Y es que la cosa se puso al rojo vivo nada más tomar asiento. Uno contó que le habían robado en su finca, y a otro se le ocurrió decir que habría que atar con un alambre a un gran perro a la puerta, a ver si así tenían cojones de volver a ir a robar. La que se lio a partir de ese momento fue regular… El tema de los perros nos muestra que hay dos Españas irreconciliables por ahora. Hay cazadores civilizados, sin embargo hay otros muchos que no deberían ir sueltos por la calle… Otra persona con buen criterio cortó el tema de manera fulminante, pero, miren por dónde, salió otro tema que era igual de peligroso o más: alguien habló de la sequía y a alguno se le ocurrió decir que la sequía principal no era por la falta de lluvias, sino por el desatino de poner el doble de regadíos de los que pueden mantenerse teniendo en cuenta los recursos hídricos que tenemos.

Si este año no se han podido regar 50 000 hectáreas en Extremadura, ¡cómo vamos a destinar recursos económicos para regar 50 000 hectáreas más! Y encima, para regar cultivos que siempre fueron de secano y que ahora se cargarán a aquellos tradicionales que nunca necesitaron riego. A partir de ahí, la que se montó también fue importante: que había que estar loco porque eso era ir contra el progreso…; a lo que la otra parte contestaba que eso era ir contra la especulación, ya que lo que se pretende es multiplicar el precio de las tierras mediante fondos públicos, a pesar de saber que no hay agua para ello…

De nuevo las dos Españas se pusieron al rojo vivo, y de nuevo alguien sensato tuvo que parar un combate que amenazaba con que la comida fuera una bronca que ni la que se libra cada día en el Parlamento… No estaba el horno para bollos.

Entre los comensales los había, como es de suponer, de muy distintos pelajes. Pero a mí me quedó claro que en comidas fraternas no se puede hablar ni de perros ni de regadíos, pues se puede llegar a las manos en cuestión de segundos.

Finalmente, pudimos comer, y hasta reír un poco… siempre y cuando nadie mentara a la bicha… Hay temas en este país que es imposible tocarlos en grupo. Que cada uno los defienda en los foros que pueda, pero no en las comidas navideñas. Estas son de muy alto voltaje.

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