Juan Serna Martín
El hombre que concibió aquel programa político con el que los brasileños pudieran comer tres veces al día y que fue encarcelado después por un juez corrupto, reaparece en la escena brasileña antes de que esa bestia negra de la política llamada Bolsonaro acabe con la Amazonia y con la esperanza de tantos millones de hambrientos en el país más grande de América Latina, para culminar así, a lo grande, el giro a la izquierda de ese continente, tras la estela de Colombia, Chile, Argentina y México.
En momentos en que la extrema derecha amiga del fascismo se enseñorea de algunos países de la Europa democrática de la mano de la derecha tradicional, la vuelta al poder de símbolos de la izquierda, la justicia y el cambio social ―y ahora, de las grandes transformaciones económicas y ecológicas― como Luiz Inácio Lula da Silva (limpiabotas y obrero industrial), pone una nota de esperanza en todo el mundo. Viene a ser el representante de las clases trabajadoras y de los desheredados ahora que el capitalismo más salvaje y depredador de los recursos naturales se extiende por todas partes a través de multinacionales y plataformas tecnológicas que, junto a los grandes grupos de inversión, se apoderan de toda la actividad industrial, extractiva, minera y energética frenando, a veces, las reformas que vienen exigidas por el cambio climático y la contaminación más insoportable.
Lula ha sabido soportar el horror de estos últimos años en su país y sale de nuevo al ruedo de la vida política sin rencor ni afanes de revancha. Solo quiere poner coto al hambre, a la destrucción masiva de su antecesor, a la conservación de ese gran tesoro del mundo que es la Amazonia y a hacer de Brasil una gran nación que sirva de modelo a los demás países de América y del mundo y donde la democracia sea la referencia de todos los Estados modernos y civilizados.
Ahora, en la segunda vuelta deberá tener mucho cuidado con Bolsonaro. Los gobiernos despóticos y corruptos siempre tienen resortes para perpetuarse, además del apoyo de los poderes fácticos y de los intereses de las grandes multinacionales a las que estos han beneficiado siempre. Lula tendrá que huir del discurso del odio y saber ganarse tanto a ese gran porcentaje de la abstención como a los artistas y a la gente de la cultura para que se impliquen limpiamente en su elección, y no de forma fraudulenta, como ha hecho la derecha con algunas de estas figuras.
Que tenga una segunda vuelta inteligente es lo que le deseamos todos los que queremos ver una democracia auténtica en toda Latinoamérica.


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