Del caminar

Por Joaquín Araújo –

Las carreteras nos llevan a los humanos y se llevan la Natura. Por eso conviene elegir.  Elegir nada menos que entre lo que está empujando demasiadas vidas a la nada o lo que da mucha vida a las vidas. Conviene no olvidar que las autopistas y las altas velocidades consienten la prisa. Lo velocífero, en efecto, mata a unas 1500 personas al año tan solo en España. Trágico, como también lo es el hecho de que anualmente unos once millones de animales vertebrados mueran atropellados en este, nuestro mismo espacio.
Por eso, y por mucho más, cabe preferir lo que nos lleva, si nos llevamos a nosotros mismos con lenta inocencia, hacia la levedad, hacia la transparencia, hacia los horizontes todavía vivos. Es lo que sucede en los caminos rurales y, no digamos, en las cañadas, cordeles y veredas de la trashumancia. No menos, en el camino jacobeo o en cualquiera de las nuevas rutas senderistas, que en Extremadura son abundantes.
Es decir, que si nuestras infraestructuras y transportes nos llevan, pero se llevan la Natura y dañan el clima, al menos contamos con cordones umbilicales que nos conectan todavía con lo lento, lo armónico, lo vivaz y lo cada día más necesario para impedir el colapso ambiental. Ese que implicaría el de todo lo que de Ella depende, es decir, lo nuestro. Se trata, en suma, de un encuentro, o reencuentro, pero no uno más, sino, sin duda, el más completo. Porque daremos con varias de las más viejas de nuestras amistades que creíamos perdidas. Caminar es querernos y cuidarnos. Es dar besos al aire, que tanto lo necesita. Es acercarnos a la elemental terapia para evitar la catástrofe climática. Acaso, para unos pocos, incluso consiste en integrarse y comprender los paisajes que nos asisten.
GRACIAS Y QUE LOS CAMINOS OS ATALANTEN.

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