Por Valeriano Ruiz Hernández –
En estos tiempos en los que estamos tan preocupados por la célebre y terrorífica pandemia de la COVID-19 y vemos rebrotes por todos lados, nos estamos olvidando de otras catástrofes también muy graves: una, lamentablemente, de consecuencias inmediatas, y otra, de más largo plazo, pero igual de ineludible.
Me refiero, en primer lugar, al riesgo de incendios tanto en Extremadura como en otras partes de España y del mundo, tema que asusta, al menos a mí.
Y, en segundo, al cambio climático, que todavía hay quien dice que no existe, pero que los que miden estas cosas (temperatura, sequias, inundaciones, subida del nivel del mar, etc.) tienen unos datos muy contundentes al respecto. Solo quiero decir que cada año los seres humanos aumentamos en 20 Gt (miles de millones de toneladas) la cantidad de dióxido de carbono que hay en la atmósfera (donde ya superan los 3200 Gt). A esto hay que sumarle los efectos del metano, del dióxido de nitrógeno y de otros gases llamados de “efecto invernadero”, que son la causa principal del terrible cambio climático que no llevamos camino de mitigar ni lo más mínimo.
Por eso tenemos que prepararnos para lo único que podemos hacer: adaptarnos a lo que se nos viene encima de manera imparable.

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