Por Ramón Besonías –
Uno de los errores más recurrentes de las políticas educativas autonómicas es
el de aplicar medidas de cambio de manera estanca, a modo de programa
estrella, que pueda venderse por lotes, pero sin reformar el resto de
elementos del sistema. Así, por ejemplo, si bajaran las ratios -¡no caerá esa
breva!-, debieran también replantearse cuestiones como el modelo de
formación y organización de centros, favoreciendo el desarrollo de programas
integrales que afecten a asuntos tan esenciales como:
- Un modelo de evaluación prescriptivo que se centre en las competencias y
favorezca el trabajo colaborativo. Evaluación cualitativa en la que se refleje un
enfoque competencial real, no meramente burocrático, de bocado de
rúbricas. - La creación de porfolios de centro, que favorezcan el desarrollo de proyectos
de continuidad en función de las necesidades de cada comunidad educativa,
y que trabaje en colaboración con el desarrollo comunitario del barrio en el
que se inserta. - Porfolios evaluados con programas compartidos que debieran sustituir al
modelo de obtención de puntos para sexenios, traslados y oposiciones,
caduco y estéril. - Una dotación presupuestaria digna para los centros, que asegure el
desarrollo de sus proyectos, con una plantilla que los haga posible, y permita
una protección real de la diversidad. - La obligación de trabajar por ámbitos en 1º y 2º de ESO, con apoyo y
cooperación con los colegios de la zona. 1º y 2º de ESO debieran ser el eje de
cambio real en los institutos, favoreciendo un modo de trabajo colaborativo a
través de equipos docentes de aula, que evalúen por competencias y
reajusten medidas compartidas a través de reuniones regulares. - La obligación de incluir reuniones de equipos docentes de grupos-aula en la
carga lectiva docente. - La creación del rol de ‘gestor de formación y proyectos de centro’, que
aunaría el rol de Coordinador TIC con el de Representante de Centro en el
CPR, y que debiera formar parte del equipo directivo, con un papel esencial
en el cambio real de los centros. Estos gestores debieran conformar una red
formativa de apoyo mutuo que facilitara la sinergia de proyectos y medios. - Una apuesta por la creación de contenidos propios, compartidos, libres, más
allá del uso hegemónico del libro de texto aportado por las editoriales,
creando una comunidad organizada en redes de ayuda mutua. - Un reajuste de las ratios, especialmente en zonas urbanas, donde la
saturación impide el desarrollo de una enseñanza de calidad, que potencie
aprendizajes significativos, con metodologías activas y colaborativas, que
desarrollen todas las competencias. - Centrar los esfuerzos en la Formación Profesional, que de hecho a día de
hoy genera en Extremadura más puestos de trabajo que la Universidad.
Desde los años 70, la orientación en los centros se enfoca hacia la “carrera”
universitaria como ideal profesional. Esto debe cambiar, más aún en
Extremadura, con tasas de abandono escolar y precariedad laboral realmente
preocupantes.
2 - Apostar por el capital humano, es decir, los docentes. Es un error reducir
plantillas, más aún sin tener antes un plan integral que apueste por reformar
estructurales. Revela cortoplacismo, falta de sensibilidad social y respeto al
cuerpo docente, además de debilitar a largo plazo la calidad de la enseñanza. - Un modelo de asignación de líneas que impida la competitividad entre
centros educativos y debilite la apuesta por la diversidad. Un modelo que
atienda a criterios de equidad educativa y no de presión social o interés
electoral. - Un modelo educativo que priorice la enseñanza pública en zonas donde la
concertada fagocita la posibilidad de recibir alumnos.
¿Sigo…? La lista de posibles medidas es extensa.
Pero, como indicaba más arriba, todo esto debiera ser parte de un plan
integral, sistémico, evaluable desde cada centro y también desde la
administración, a través de un equipo bien formado que ejerza una función
de asesoramiento constructivo.
No podemos exigir bajada de ratios, mantenimiento de plantillas y demás
exigencias razonables, si no lo hacemos bajo una perspectiva más amplia,
que exija un cambio estructural y real del sistema educativo, y no mera
dermoestética o amago de achicar agua en un barco que se hunde.
La Consejería debe tener un plan a largo plazo que ataque problemas
estructurales graves, que no vienen de ayer, y no ejercer tan solo de equipo
de emergencia que se limite a apagar fuegos. Extremadura necesita una
consejería que tenga un plan y se note, que sea vinculante, efectivo,
evaluable. Hasta ahora -y viene de largo, antes de la crisis sanitaria- no ve
observa siquiera el amago de un plan; solo supervivencia, cortoplacismo. Esta
crisis sanitaria nos ofrece una excelente oportunidad para mirar más allá de la
mera protección profiláctica y tomarse en serio lo que debiera ser el centro
de toda política autonómica decente: la Educación. Aviso a navegantes.

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